Así inicia un reportaje publicado este viernes en la portada de El País, firmado por el periodista mexicano Salvador Camarena.
Un segundo párrafo agrega:
Pueden producirse irregularidades en una casilla [mesa] o en un conjunto de casillas. Pero un fraude maquinado centralmente es imposible”, escribió José Woldenberg en Reforma el 14 de junio. Cabeza del Instituto Federal Electoral (IFE) durante la elección de 2000, en la que el Partido Acción Nacional (PAN) se hizo de la presidencia por primera vez en la historia, Woldenberg hizo ese día en su artículo Por qué es imposible un fraude una defensa científica de la solvencia del sistema electoral mexicano.
El País recuerda que el IFE ha organizado elecciones durante 21 años. Es un órgano autónomo, gobernado por nueve consejeros. Hay además en ese Consejo General representantes de los partidos, con derecho a voz, pero solo los consejeros tienen voz y voto en las decisiones. En forma permanente, trabajan ahí 14,000 personas. Para esta elección presidencial, en la que también se renueva el Congreso -500 diputados y 128 senadores- se han contratado de manera temporal a otras 50,000. “Sin embargo, desde el chasco por la suciedad de las presidenciales de 1988, las elecciones en México las llevan a cabo ciudadanos comunes y corrientes, que tras ser elegidos al azar, son capacitados para instalar más de 143,000 mesas de votación, a las que están convocadas más de 79 millones de personas que cuentan con credencial de elector, un sofisticado documento con 19 elementos de seguridad que se ha convertido de facto en el documento nacional de identidad”, agrega.
“La complejidad abona a la suspicacia. Para salvarla del fraude, hicimos muy compleja la elección. Entonces, cualquier cosa que se diga se cree”, explica a El País Mauricio Merino, académico del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) y él mismo exmiembro del Consejo General del IFE.
Como Woldenberg, Merino está convencido de que es imposible el fraude en la mesa o después de emitido el voto. “Antes de llegar a la casilla, pueden suceder mil cosas, luego ya no, la casilla es la frontera electoral”, dice el diario.
El tema del fraude surgió después de que el 31 de mayo se confirmara la buena marcha de la campaña de López Obrador –agrega Salvador Camarena–, que compite de nueva cuenta después de perder en 2006 por un 0,56% de la votación. Ese día, una encuesta de Reforma le puso a solo 4 puntos del candidato priístaEnrique Peña Nieto. El discurso menos pendenciero por parte del candidato, que promueve una “república amorosa”, su buena actuación en el primer debate presidencial, el desplome de Josefina Vázquez Mota, la candidata del gubernamental PAN y el temor de algunos sectores al regreso del PRI a la presidencia de la República auparon al segundo lugar al abanderado de la izquierda, que una vez en esa posición advirtió a sus seguidores que tratarían de descalificarlo con anuncios negativos e incluso con un fraude cuya mecánica no ha explicado.
Otro párrafo del reportaje, más adelante, dice que el discurso del fraude de López Obrador no cae en el vacío. “Un 43% de la población mexicana cree que las elecciones serán ‘poco o nada limpias’, según reveló el lunes el encuestador Jorge Buendía. En ese mismo sondeo, que da a Peña Nieto una ventaja de 16 puntos porcentuales sobre el candidato de la izquierda, también son un 43% de los encuestados los que dicen que tienen poca o nada de confianza en el IFE”.
Fuente: http://www.sinembargo.mx/22-06-2012/272003
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