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lunes, 20 de mayo de 2013

Cómo se cuida a un presidente

Los operativos confidenciales del Estado Mayor Presidencial

Los operativos confidenciales del Estado Mayor Presidencial

CÓMO SE CUIDA A UN PRESIDENTE

Por primera vez en la historia de México se develan los detalles de la seguridad del Presidente de la República. Son los reportes internos del Estado Mayor Presidencial. Las técnicas, métodos y formas de operación de quienes están encargados de la integridad del Presidente y su familia.

POR ZORAYDA GALLEGOS
@zogallegos
FOTOGRAFÍAS: CUARTOSCURO

Los 98 expedientes entregados a emeequis son los primeros documentos que se desclasifican y se hacen públicos, permitiendo conocer los más puntuales detalles de la forma en que se cuida a un Presidente.

Ni un centímetro, ni un solo rincón de los 15 pisos del Hotel Fairmont Acapulco Princess puede escapar al escrutinio de esos 27 hombres que hurgan en todo lo que a su paso encuentran: bolsas de basura, elevadores, tiendas, sillas, camas, computadoras, ventanas. Hasta en la manera en que miran los trabajadores se fijan, buscan lo inusual, lo que no cuadra.

No pueden cometer ningún error. Un descuido, el más mínimo, y estarían colocando en riesgo la seguridad y la vida del Presidente de la República.

Así que esta tarde del 16 de enero del 2006 nada debe fallar. Y aunque este grupo de élite todo lo cubre en el hotel, en realidad el plan y el operativo comenzaron días antes.



Los encargados de inteligencia del Estado Mayor Presidencial (EMP) revisan a detalle los planos de las 194 hectáreas en forma de pirámide del Hotel Fairmont: los accesos, las salidas de emergencia, cuántas escaleras, cuántos elevadores, ventanas a la calle y los ángulos de riesgo desde donde un francotirador podría atentar contra la vida del Presidente.

Las hojas y los planos se desparraman sobre la mesa. Revisan con minuciosidad las listas de asistentes y de quiénes tendrán acceso al Presidente. Quiénes son, sus fichas, sus antecedentes, todo lo que pudiera alterar la que será la “Conferencia Anual para Latinoamérica del Banco Santander”.

Los 27 elementos, la avanzada del EMP, observa una y otra vez los movimientos de la gente en el lobby al aire libre, en los amplios y cuidados jardines, los alrededores de la laguna artificial, las cinco piscinas, el campo de golf, el bar, los restaurantes, el spa, el estacionamiento y las salas para reuniones.

Construyen y desarman hipotéticas imágenes de riesgo. Para eso han sido entrenados y formados.

Distribuidos en el hotel donde cada año se realiza el Abierto Mexicano de Tenis, observan y vigilan al personal. Seguramente los nombres de muchos de esos trabajadores pasaron por la base de datos del Estado Mayor Presidencial y del área de inteligencia de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sección II).

Van de un lado a otro, revisan el manual, verifican los protocolos: “Revisar el mobiliario y cerciorarse que no hay objetos adheridos; revisar que los controles eléctricos, las bombas de agua, las instalaciones de gas y luz, sean operados única y exclusivamente por el personal autorizado…”.

* * *

Al día siguiente, el 17 de enero, cuando el presidente Vicente Fox arriba por la tarde al salón Marquesa del hotel Fairmont Acapulco Princess en el puerto guerrerense ya hay 27 puestos de seguridad instalados estratégicamente para su protección.

Tres horas y media antes de que Fox llegue, los integrantes del llamado “círculo de seguridad único” se dispersan por los interiores y exteriores del complejo, de tal modo que cuando el primer mandatario y su comitiva arriban, en el acceso principal al hotel dos elementos del Cuerpo de Guardias Presidenciales los reciben.

Esa pareja de militares es la pequeña punta de un complejo dispositivo de seguridad cuya descripción ocupó 17 cuartillas, todas marcadas en su parte superior central con la palabra “confidencial” entre corchetes.

Aprobado por el general subjefe operativo del EMP, la misión del plan fue la misma que en decenas de situaciones similares: “Garantizar la seguridad del C. Presidente de los Estados Unidos Mexicanos durante su arribo, estancia y salida del Hotel Fairmont Acapulco Princess, municipio de Acapulco de Juárez, Gro.”.

Así que para cumplirla se hizo un llamativo despliegue en una ceremonia privada de la que nunca se conoció lo que dijo Vicente Fox y en la que no permaneció más de dos horas.

Se constituyeron tres equipos: 1) el que arribó un día antes, 2) el que se encargaría de establecer la seguridad en el hotel, y 3) el especializado en la detección de explosivos.

El despliegue incluyó un total 138 elementos armados del Cuerpo de Guardias Presidenciales, de la IX Región Militar y de las fuerzas de seguridad pública de Guerrero.

Además del colocado en la zona de ingreso principal del hotel, se establecieron 26 puestos de vigilancia más.

Se controlaron los accesos para los demás invitados, para los trabajadores, para la prensa. Las salidas de emergencia estaban custodiadas, así como las inmediaciones de los vehículos de emergencia.

También se desplegaron militares vestidos de civil en las bocacalles del hotel, en el área de arribo y salida del mismo, y se dispuso que otros dos miembros del EMP permanecieran junto al vehículo presidencial.

Las escaleras que conducen a los pisos superiores del lugar se mantuvieron resguardadas. A un elemento adicional se le encargó vigilar el área de control del aire acondicionado y “no permitir que ninguna persona dañe o contamine los ductos del sistema”.

Una pareja más se instaló en el área de control de luces, a la que se sumó otra en el área del sistema contra incendios para impedir que alguien tratara de “estropear el sistema contra-incendios”.

Los pasillos del hotel estuvieron supervisados por un par de militares de civil, lo mismo que el área circundante a la planta de luz.

No hubo detalle que se descuidara. Así que las áreas de oficinas del hotel fueron supervisadas y los elementos de seguridad recibieron por escrito varias consignas, entre ellas ésta: “Se utilizará personal de explosivos y se incluirá un perro”.

A los guardias presidenciales asignados al puesto 16 les dieron la encomienda de tomar la sala del circuito cerrado de televisión del hotel y “mantener una vigilancia permanente de los monitores a fin de detectar la presencia de personas con actitud sospechosa, la presencia de manifestantes, o algún problema que se suscite en accesos, pasillos, elevadores y demás áreas”.

En ese puesto se estableció una orden peculiar: “En caso de atentado negarán la salida de los operadores de la sala de control de monitores, asegurando la grabación del evento para entregarlo al mando correspondiente”.

Las comunicaciones, por supuesto, fueron atendidas por un par de elementos del EMP que, entre otras, recibieron la tarea de estar atentos por si se recibiera “una llamada de amenaza de bomba o artefacto explosivo” y dar parte al oficial responsable.

El área del equipo de sonido, la sala de máquinas, los tanques de combustible fueron supervisados rigurosamente para detectar actitudes y personas sospechosas. En la cocina la vigilancia estuvo a cargo de dos elementos de seguridad, reforzados por un perro y personal de explosivos, que revisaron “los objetos sospechosos que sean extraídos o introducidos a la cocina”.

Los baños tampoco se escaparon del control, en particular “el área de sanitarios para caballeros”.

Los dos elementos militares de civil encargados de vigilar el servicio asignado para “el uso exclusivo del C. Presidente de los Estados Unidos Mexicanos”, tenían la consigna de “evitar que presenten modificaciones u objetos adheridos”.

Y eso era apenas parte del plan. Ya veremos el resto.



* * *

Esta es apenas una pequeña muestra de los meticulosos planes de seguridad que por lo regular involucran a cientos de militares y policías en los actos a los que acude un presidente (en este caso Vicente Fox) y de los cuales emeequis tiene copias. Técnicas, métodos y formas de operación que habían sido siempre reservados por la Presidencia de la República, de la que el Estado Mayor Presidencial depende.

Los 98 expedientes entregados a emeequis son los primeros desclasificados luego de que estuvieron reservados durante seis años por ser considerados documentos confidenciales.

Pertenecen al periodo enero, febrero y marzo de 2006 y detallan todos los dispositivos de seguridad en torno a Vicente Fox y Martha Sahagún cuando acudieron lo mismo a Veracruz para supervisar la operación del programa Piso Firme, que a la inauguración de un albergue escolar indígena en San Luis Potosí, o a la entrega de proyectos de vivienda en Bolaños, Jalisco.

En poco más de 2 mil hojas, los expedientes hacen públicos todos los detalles, punto por punto, de la forma en que el Estado Mayor Presidencial se encarga de la seguridad del Presidente, su familia, los gobernantes y funcionarios extranjeros que visiten el país y de los ex presidentes de la República.

* * *

Los planes de seguridad presidencial no siempre son tan aparatosos. Los expedientes registran dispositivos sencillos con pocos puestos de vigilancia y pocos guardias.

Así ocurrió, por ejemplo, el 10 de enero de 2006 en la casa de gobierno de Tabasco. El presidente Vicente Fox acudió ese día a la Quinta Grijalva a comer con el entonces gobernador Manuel Andrade y con representantes del sector productivo. El operativo aplicado por el EMP sólo consistió en establecer seguridad previa y formar un círculo de seguridad único con apenas cinco puestos.

Ese caso representó una de las contadas excepciones. En otras giras, se cuidaba hasta el mínimo detalle, como pasó cuando el Presidente acudió al inicio de operaciones del hospital de especialidades de Oaxaca, en el municipio de San Bartolo Coyotepec, el 12 de enero de 2006.

Para ese acto se instalaron 20 puestos de seguridad. Uno de ellos se ubicó en la sala del circuito cerrado de televisión con una consigna especial: “Evitará que el personal que tiene como responsabilidad la operación del monitoreo del circuito cerrado de televisión haga grabaciones de las imágenes donde aparezca la persona del C. Presidente, de ser lo contrario informará al jefe u oficial de la sección quinta responsable del evento”.

Y lo instruyeron a realizar algo inusual: “De manera discreta obtendrá información de los técnicos que laboren en este lugar, de la manera en que se opera y maneja el monitoreo del circuito cerrado de seguridad, a fin de darse cuenta de que el uso que se la da al equipo sea el correcto”.

Despliegues amplios de recursos y elementos técnicos se realizaron también en los actos de Marta Sahagún.

El 2 de febrero del 2006 se instalaron seis puestos de seguridad en el helipuerto habilitado en la Casa de Puebla para recibirla.

Posteriormente, Sahagún asistió al primer informe de actividades de la presidenta del patronato del DIF estatal, Margarita García, esposa del entonces gobernador Mario Marín. El acto, en la Casa del Abuelo, fue resguardado por cerca de 100 elementos del Estado Mayor y policías estatales, así como por una pareja de contra francotiradores.

El círculo de seguridad establecido para Sahagún de Fox fue de 14 puestos de vigilancia que contaron con el apoyo de cuatro patrullas, un carro de bomberos y una ambulancia.

Como en la mayoría de las ceremonias, los militares se desplegaron por techos, calles aledañas, baños; se infiltraron en el área de prensa, entre el público, en la planta de luz; se distribuyeron por escaleras, en la parte posterior del templete y en la salida de emergencia.

En un oficio dirigido al jefe del EMP, le solicitan para este evento un perro, cuatro arcos detectores de metal, seis aparatos detectores de metal “manuales”, 200 pedestales, 170 barreras metálicas y 500 metros de cable, así como cuatro vehículos para trasladar al personal.

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Prácticamente la totalidad de los casi 100 planes de seguridad obtenidos, incluyen previsiones especiales. Una de ellas es la hace mención del traslado al hangar presidencial en el aeropuerto internacional del DF.

Desde que sale de la residencial oficial hasta que llega a su destino final, el recorrido está calculado y resguardado por el Estado Mayor Presidencial, que traza las rutas que habrá de recorrer de Los Pinos al hangar presidencial y viceversa.

Cuando sale a una gira, se establece que la salida del convoy se realice por la puerta número 4, se prosiga a la izquierda por la Rampa de la Hormiga, se tome Fernando Alencastre, luego se dé vuelta en U en el primer retorno, se tome nuevamente por Alencastre para doblar luego a la derecha por avenida Parque Lira, girar a la izquierda por Viaducto Oriente, y luego otra vez a la izquierda por Galindo y Villa.

Finalmente, se pide tomar Puerto Aéreo, virar a la derecha en Fuerza Aérea Mexicana, y luego a la izquierda en Santos Dumont hasta llegar al hangar. El largo del trayecto es de 16.4 kilómetros y el tiempo de recorrido se estima en 20 minutos.

Por si se presentara algún inconveniente, se tiene prevista una ruta alterna. La distancia es de 23.1 kilómetros y recorrerla lleva 25 minutos. Además, se tienen establecidas dos rutas —una principal y una alterna— para regresar del hangar presidencial a Los Pinos.

Si se presentase alguna emergencia médica, se cuenta con un protocolo y dos “rutas médicas” en el trayecto de Los Pinos al hangar y viceversa. En la primera, el presidente Vicente Fox habría sido llevado a urgencias del Centro Hospitalario del EMP, y en la segunda, al Centro Médico Nacional Siglo XXI.

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Los viajes del presidente Fox eran una oportunidad que pocas veces era desaprovechada por sus anfitriones, generalmente los gobernadores de las entidades que visitaba, para hacer peticiones “especiales” que también pasaban por el escrutinio del aparato de seguridad presidencial.

A menudo se daba luz verde a la presencia de algún funcionario local o empresario en la mesa de honor, a la realización de tomas fotográficas con el Presidente, a la visita a ciertas instalaciones, aunque también se registraban cuestiones menores de protocolo, como el menú de una comida o la vestimenta a usar.

En los oficios dirigidos al Estado Mayor Presidencial solicitaban permiso para entregar a Fox algún obsequio, acompañarlo en su automóvil o aeronave, u ofrecerle alguna comida.

Por ejemplo, en la visita que realizaría el 2 de enero de 2006 a Jalisco se le solicitó al general responsable de coordinar los operativos de seguridad que accediera a que el gobernador Francisco Javier Ramírez Acuña y su esposa viajaran en el vehículo principal que transportaría al Presidente y a la primera dama.

También se le comunicaba que para el almuerzo que se serviría en la cocina comedor del Proyecto Ecoturístico se colocarían platones con sopa de arroz, guisados de pollo en salsa verde, de carne en salsa de tomate y frijoles.

“Para el almuerzo se tienen previstas 2 mesas de 6 comensales cada una para la comitiva, 3 mesas de 10 comensales para la prensa y una mesa para esa superioridad”, se informaba.

En la gira por Yucatán los organizadores del evento informaron al Estado Mayor Presidencial que la vestimenta para el primer acto sería guayabera de manga larga y que al arribar al hotel Fiesta Americana se utilizarían las escaleras laterales que conducen directamente al área de salones.

Al finalizar una ceremonia en la Universidad Tecnológica, se consideró que durante el traslado de Fox a la cafetería se tomara una fotografía con 15 estudiantes.

También se solicitaba la autorización del general para que la prensa almorzara en la terraza contigua a la cafetería de la universidad.

“Los organizadores del gobierno informan que el C. gobernador de la entidad solicita que un grupo de tres empresarios entreguen un documento al C. Presidente al finalizar las entrevistas en el Aeropuerto Internacional”.

En la carta se agradecía el apoyo recibido luego del paso del huracán Wilma por la zona y, de paso, solicitaban la intervención presidencial en los temas de tarifas de gas natural y energía eléctrica.

Hasta para halagar al presidente se solicitaba el visto bueno del aparato de seguridad. En una reunión con empresarios sinaloenses, éstos pidieron permiso para que a la llegada de Vicente Fox al encuentro una banda musical interpretara Caminos de Guanajuato, luego de lo cual se retirarían.

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Fundado casi a la par que el Estado nacional, el nacimiento del EMP data de 1824, cuando Guadalupe Victoria, el primer presidente del México independiente, creó una Ayudantía General.

Con el paso del tiempo, ésta sufrió varias transformaciones, se rigió por diversos reglamentos y adquirió diversos nombres. Por ejemplo, en los años en que Antonio López de Santa Anna gobernó el país integró un cuerpo especial al que denominó “Estado Mayor de su Alteza Serenísima”. Luego se llamó Estado Mayor Facultativo, Cuerpo Especial de Estado Mayor del Presidente de la República, hasta llegar a su nombre actual: Estado Mayor Presidencial.

Integrado por personal del ejército, la fuerza aérea y la armada, así como especialistas civiles, es un órgano técnico militar responsable de planear las actividades del Presidente y de tomar las medidas necesarias para garantizar su integridad.

Además, se encarga de la seguridad de las instalaciones presidenciales, de la inteligencia y contrainteligencia, y de coordinar actividades de conservación, mantenimiento y restauración de las instalaciones.

El 16 de enero de 2004 Vicente Fox expidió un nuevo reglamento para actualizar su estructura, organización y funcionamiento como órgano técnico militar y como unidad administrativa de la Presidencia de la República, y le otorgó una nueva encomienda: dar seguridad a los candidatos presidenciales.

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Los expedientes solicitados y obtenidos por emeequis con base en la Ley de Acceso a la Información registran también algunos encuentros privados que, a la luz de los acontecimientos públicos, arrojan alguna luz sobre las decisiones tomadas por el Presidente de la República.

La mañana del 3 de febrero de 2006 Vicente Fox tomó el helicóptero presidencial para llegar al municipio de Villa Victoria, en el Estado de México. Despachó el compromiso: revisar el funcionamiento del programa Ver Bien para Aprender Mejor.

Subió de nuevo a la aeronave y, minutos después, aterrizó aproximadamente a las 14:20 horas en Valle de Bravo, en el helipuerto habilitado en la propiedad de un importante empresario de la televisión mexicana: Bernardo Gómez, vicepresidente ejecutivo de Grupo Televisa.

El plan de seguridad del Estado Mayor Presidencial reporta que se destacaron al menos 70 de sus elementos, decenas de los cuales arribaron desde el día anterior.

Diez minutos después de su aterrizaje, el presidente Fox acudió a “una comida privada”, dice el expediente, aunque no menciona que se encontró con los más altos directivos de la televisora. La cita fue en el hotel Rodavento, ubicado el kilómetro 3.5 de la carretera Valle de Bravo-Los Saucos, pegadito a la casa de campo de Bernardo Gómez.

Justo por esos días el Senado de la República discutía si aceptaba, modificaba o rechazaba las reformas que los diputados habían aprobado el 1 de diciembre de 2005 a las leyes de Telecomunicaciones y de Radio y Televisión, lo que se conoció como Ley Televisa.

La polémica estaba en su punto más alto, ya que algunos especialistas y legisladores presionaban para que éstas no procedieran. Argumentaban que las reformas sólo fortalecerían más a las grandes televisoras y radiodifusores del país.

Sobre el encuentro en Valle de Bravo se supo poco. En los medios de comunicación se divulgó que antes del arribo de Fox al hotel, el entonces candidato presidencial Felipe Calderón había estado charlando con Emilio Azcárraga Jean y directivos de la televisora.

“El tema no fue una conversación privada, fue una entrevista, una charla con una audiencia bastante nutrida. Las preguntas fueron sobre mi propuesta de gobierno, sobre qué opinaba de las encuestas, de cómo le iba a hacer para ganar, sobre qué pensaba de mis adversarios”, dijo Calderón a los reporteros de lo abordaron al salir.

Luego, ante la insistencia de los periodistas, negó que se hubiera tratado el tema de la reforma a la Ley de Radio y Televisión.

Pese a que Fox no habló del encuentro, en los planes de seguridad elaborados por el EMP vienen los detalles del operativo montado en la propiedad del ejecutivo de Televisa –con mapas del sitio– y el que se desplegó en el hotel donde se realizó la reunión.

* * *

El arribo del Ejecutivo federal a los aeropuertos implicaba una logística descomunal. Por regla general, siempre había un puesto de seguridad en el acceso al público. En caso de algún atentado en contra del Presidente o de un incendio, los elementos ubicados en este punto serían los encargados de mantener el control de la salida de las personas en el aeropuerto.

En el estacionamiento del aeropuerto los militares vigilaban a las personas que se encontraban en las inmediaciones o dentro de sus vehículos, y revisaba los bultos, paquetes u objetos sospechosos que pretendían introducir.

Un tercer puesto se establecía en las inmediaciones de los tanques de combustible del aeropuerto para evitar las cargas y descargas durante la permanencia del Presidente y se realizaban rondines para verificar que el cercado de las instalaciones no tuviera perforaciones por donde alguien se pudiera introducir.

A lo largo de las bardas, muros y alambrados del inmueble se distribuía otro grupo de elementos para vigilar que no ofendieran al presidente Fox:

“Vigilarán las bardas o muros del aeropuerto no les pinten leyendas ofensivas al C. presidente”.

Una vez que Vicente Fox abandonaba el avión que lo transportaba, un par de agentes vigilaban de cerca la aeronave con el fin de evitar que personal ajeno al Estado Mayor tratara de introducirse e intentara dejar bultos o paquetes extraños cerca de éste.

Los mismos elementos destacados en este puesto tenían la obligación de identificar al personal que operaría las escaleras móviles, en coordinación con el controlador aéreo perteneciente al EMP.

“Cuando el avión se encuentre cargando combustible se mantendrá vigilado al personal que esté realizando la operación, habiéndole identificado previamente, coordinado con el controlador aéreo del estado mayor presidencial”, se lee en el plan de seguridad.

El último puesto de vigilancia se instalaba en la sala de espera del aeropuerto. Ahí, los elementos de seguridad evitaban el ingreso de gente armada y mantenían el control de las puertas de acceso a las plataformas para que los pasajeros abordaran su vuelo cuando éstos se los indicaran.

Además, se coordinaban con la seguridad del aeropuerto para efectuar una revisión a los pasajeros próximos a salir, en los arcos detectores de metal y con aparatos manuales de rayos x.

El número de elementos en los operativos variaba y dependía del lugar del evento. Lo que no cambiaba mucho eran sus integrantes.

Los puestos de seguridad siempre estaban compuestos por elementos del Cuerpo de Guardias Presidenciales con cargos de oficiales, de tropa y casi invariablemente una pareja de contra francotiradores; efectivos de la Secretaría de la Defensa Nacional adscritos a las regiones militares donde efectuarían los actos; y personal de las fuerzas de seguridad públicas estatales.

* * *

De nuevo en el Hotel Fairmont, la tarde del 16 de enero de 2006.

Por todas partes, oficiales, guardias presidenciales, agentes estatales, revisan bultos, paquetes y objetos que portan los invitados, y colocan su mirada en los periodistas y los trabajadores del hotel. Ni los fólders, ni las hojas se escapan de la mirada y la duda de los agentes.

Cientos de ojos listos para impedir cualquier agresión al Presidente, con la mirada en la silla, la del centro de la mesa de honor, en la que Vicente Fox se sienta junto con otros invitados. En cada uno de sus flancos, dos militares como torres de ajedrez. Desde ese punto, sus ojos funcionan como grandes angulares que abarcan los movimientos, las intenciones y hasta el posible respirar alterado de los invitados.

Lo mismo hacen, desde el anonimato, diluidos entre el público, cinco elementos de civil, atentos a cada uno de los movimientos humanos y capaces de descubrir palos, mantas u objetos que puedan ser usados “en contra de la integridad física o moral del presidente”.

Adentro, mientras los reporteros toman nota del encuentro del presidente con los banqueros, aquéllos son vigilados por el Estado Mayor. Tres agentes observan los objetos requeridos para realizar su trabajo –grabadores, cámaras, libretas, plumas– y no los pierden de vista a fin de identificar si alguno muestra “actitud sospechosa”.

A unos metros de ellos, en la salida de emergencia, dos militares constatan que a la puerta no se le coloque algún candado y que se mantenga despejada de personas, objetos y vehículos.

En las inmediaciones del hotel aguardan una patrulla, un vehículo de bomberos y una ambulancia. Dos militares vestidos de civil vigilan que los conductores de las unidades “por ningún motivo” se retiren de su área.

También están atentos para evitar que personas extrañas aborden o se coloquen alrededor del vehículo y para prohibir que se estacionen autos que obstruyan la salida de emergencia.

Las calles aledañas al hotel también son resguardadas. Un oficial y cuatro elementos del Cuerpo de Guardias Presidenciales, apoyados por una patrulla estatal, están pendientes de la aproximación de grupos con actitud “hostil o sospechosa”.

Un dato estratégico adicional: el puesto número seis. Integrado por “una pareja de contrafrancotiradores”, se establece en las alturas dominantes al área de arribo y salida del hotel Fairmont para vigilar a quienes se asomen por azoteas y ventanas y para detectar oportunamente alguna agresión en contra de Vicente Fox.

Cuando el presidente baja de su auto para ingresar al hotel, dos militares se quedan a los costados para evitar que personas ajenas se aproximen a él y para cuidar que nadie deje o intente adherir bultos por debajo de éste.

Cuando el evento termina y Fox Quesada sale rumbo a su automóvil, en la salida, un jefe, un oficial y cuatro elementos de tropa de guardias presidenciales ya han despejado el área.

Han logrado su objetivo: un operativo limpio, pulcro. Impecable. Nada le ha ocurrido al Presidente de la República.

Fuente: emequis

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